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Limako Arantzazu Euzko Etxea - Lima Basque Center

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Cien Años cumple en el Perú la misión pastoral vasca de la Congregación Pasionista

Homilía Ordenación Presbiteral del Diácono Carlos Ma. Stiegler


33º Aniversario de Consagración Episcopal de Mons. Ricardo Durand

27º Aniversario del Nombramiento Episcopal de Mons. Miguel Irizar



 Homilía Ordenación Presbiteral del

Diácono Carlos Ma. Stiegler

25 de Marzo de 1999



 ET VERBUM CARO FACTUM EST

Señor, tú has querido que la palabra se encarnase en el seno de la Virgen María, ha sido nuestra oración inicial de esta Eucaristía en la Solemnidad de la Anunciación del Señor.

Pero quien recibe el anuncio del ángel y lo acoge por la fe, es la Virgen María, porque creyó --como rezaremos en el prefacio-- que Cristo con el Espíritu Santo, iba a hacerse hombre en su seno para salvar a los hombres. Y así, Dios cumplió sus promesas al pueblo de Israel y colmó de manera insospechada la esperanza de los otros pueblos.

Así lo hemos proclamado también antes del Evangelio de Lucas en la versión de Juan: «La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria».

Juan Pablo II en la TMA nos anticipó como pregón del Jubileo del año 2000 este acontecimiento de los siglos: "Mientras se aproxima el tercer milenio de la nueva era, el pensamiento se remonta espontáneamente a las palabras del apóstol Pablo: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Gal. 4,4). En efecto, la plenitud de los tiempos se identifica con el misterio de la Encarnación del Verbo, Hijo consustancial al Padre y con el misterio de la Redención del mundo. San Pablo subraya en este fragmento que el Hijo de Dios ha nacido de mujer, nacido bajo la Ley, venido al mundo para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, para que pudieran recibir la filiación adoptiva".

Y en su reciente Bula de convocación del Gran Jubileo del año 2000 "Incarnationis mysterium" nos vuelve a presentar con un hermoso lenguaje este acontecimiento jubilar: "Con la mirada puesta en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, la Iglesia se prepara para cruzar el umbral del tercer milenio. Nunca como ahora sentimos el deber de hacer propio el canto de alabanza y acción de gracias del Apóstol: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, (…) dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en Él se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1, 3-5, 9-10).

La encarnación del Hijo de Dios y el nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al pasado. En efecto, ante Él se sitúa la historia humana entera: nuestro hoy y el futuro del mundo son iluminados por su presencia.

En expresión de Juan Pablo II en su Bula IM: "Jesús es la verdadera novedad que supera todas las expectativas de la humanidad y así será para siempre, a través de la sucesión de las diversas épocas históricas. La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que Él ha realizado con su muerte y resurrección son, pues, el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana".



ORDENACION SACERDOTAL

En la Carta a los Hebreos, Pablo nos ha presentado a Cristo entrando en nuestro mundo y poniendo en sus labios estas palabras: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: «Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad»

Y conforme a esa voluntad cumplida en plenitud en la Pasión y Muerte del Señor, todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

El ministerio que hoy celebramos nos recuerda que Cristo se hace sacerdote para siempre en el seno virginal de María por obra del Espíritu Santo.

Y todos nosotros miembros del pueblo santo de Dios y del cuerpo de Cristo nuestra Cabeza, somos el pueblo sacerdotal engendrado en el seno bautismal de la Iglesia nuestra madre.

Y el sacerdocio ministerial de los miembros del Pueblo de Dios llamados para este servicio, significa el servicio y la dedicación que hacemos de nuestra persona y de nuestra vida para la edificación de todos los miembros del Pueblo de Dios.

Esto es lo que vamos a realizar hoy, cuando a través del sacramento del Orden impongamos nuestras manos sobre la cabeza de nuestro hermano Carlos, a quien agregamos a nuestro presbiterio de la Iglesia local del Callao y al servicio de la Iglesia universal.

Del ritual de la Ordenación, quiero destacar y recordar a este hermano nuestro que nos ha sido presentado, algunas de las funciones y acciones propias del Orden de los Presbíteros al que será agregado.

En primer lugar, por la unción del Espíritu Santo, quedarás marcado con carácter especial como sacerdote del Pueblo de Dios.

Quedarás identificado con Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, para que como representante de Cristo Cabeza, proyecte su imagen en la comunidad a la que seas enviado.

Desde hoy, tomarás parte en el sacerdocio en la misión del Obispo que te consagra para este ministerio, serás cooperador nuestro al servicio de todo el Pueblo de Dios.

Formarás con tu Obispo y con los demás presbíteros de nuestra Diócesis un único presbiterio, cooperando estrechamente con tu Padre y Pastor.

Como presbítero --y en el grado propio de tu ministerio-- participas desde hoy del oficio del único mediador Cristo, y anunciarás a todos la Palabra divina.

Pero tu oficio sagrado lo ejercerás sobre todo en la Asamblea Eucarística.

Desempeñarás con sumo interés el misterio de la reconciliación y del alivio en favor de los fieles penitentes o enfermos, y presentarás a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fieles a ti confiados.

Ejercerás el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza, reuniendo a la familia de Dios como una fraternidad, animada con el espíritu de unidad y la conducirás a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu.

En medio de la grey, adorarás a Dios en espíritu y en verdad, afanándote en la Palabra y en la enseñanza, creyendo aquello que lees cuando meditas la Ley del Señor, enseñando aquello que crees e imitando lo que enseñas (PO 2).

En este primer encuentro con mi presbiterio después de la entrega que nos hiciera del Papa Juan Pablo II de la Exhortación Postsinodal Ecclesia in America, quiero entregar a ustedes alguna de sus reflexiones especialmente vinculadas con el ministerio sacerdotal: "El campo en que se desarrolla la actividad de los sacerdotes es inmenso. Conviene, por ello, «que coloquen como centro de su actividad lo que es esencial en su ministerio: dejarse configurar a Cristo Cabeza y Pastor, fuente de la caridad pastoral, ofreciéndose a sí mismos cada día con Cristo en la Eucaristía, para ayudar a los fieles a que tengan un encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo». Como testigos y discípulos de Cristo misericordioso, los sacerdotes están llamados a ser instrumentos de perdón y de reconciliación, comprometiéndose generosamente al servicio de los fieles según el espíritu del Evangelio.

Los presbíteros --en cuanto a Pastores del Pueblo de Dios en América, nos exhorta el Papa Juan Pablo II, deben estar atentos a los desafíos del mundo actual y ser sensibles a las angustias y esperanzas de sus gentes, compartiendo sus vicisitudes, y sobre todo asumiendo una actitud de solidaridad con los pobres.

El Santo Padre especifica algunas de las funciones propias del ministerio pastoral de los presbíteros: Discernir los carismas y cualidades de los fieles que puedan contribuir a la animación de la comunidad, escuchándolos y dialogando con ellos, para impulsar así su participación y corresponsabilidad.

Asimismo, anota que "el trabajo de discernimiento de los carismas particulares debe también llevar a valorizar a aquellos sacerdotes que se consideran adecuados para realizar ministerios particulares".

Y a todos los sacerdotes les pide el Santo Padre, que presten su ayuda fraterna y que concurran al mismo, en caso de falta o necesidad.

Es hora hermano Carlos, que has pedido agregar a tu nombre el de María, que pienso confiarte uno de estos ministerios particulares, que estará especialmente vinculado al servicio de los enfermos creando incluso una estructura pastoral adecuada al ministerio que te estoy confiando en el área hospitalaria del Callao.

Quiero que animes en nombre de Cristo y de la Iglesia, el ministerio de los enfermos y que se vaya constituyendo entre nosotros un equipo de sacerdotes que quieran brindar generosamente su tiempo y su caridad a los enfermos y hospitalizados, constituyéndose en un equipo de emergencia para poder acudir oportunamente a las llamadas de los que requieran nuestro ministerio sacerdotal.

Carlos, soy consciente que ha sido largo tu itinerario para llegar al presbiterado, has sido probado durante largo tiempo pero has tenido siempre junto a ti, la protección de la Virgen María, de la que quieres ser siempre su apóstol, su heraldo y sobre todo su hijo.

Pido a la Virgen María, madre de Cristo encarnado, madre del Carmen de la Legua y la madre de Guadalupe, que cuide, santifique y haga fecundo tu ministerio sacerdotal.

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