Mons. Miguel Irizar Campos, C.P.
Presentación Libro INPET
Fecha: 10 de Junio de 1997
A los 20 años de una experiencia de promoción
de la solidaridad
Quiero iniciar mi participación en este encuentro por los 20
años de vida institucional del INPET con una sencilla pregunta:
¿Podemos hablar de solidaridad en un mundo marcado por la
competitividad?
¿Tiene lugar la globalización de la solidaridad en el mundo
de la globalización de la economía?
He leído con respeto y admiración el testimonio de
solidaridad recogido en el libro que estamos presentando de los 20 años del
INPET. Lo he podido leer en mi reciente viaje a la ciudad de Popayán, Colombia,
donde he participado en la Ordenación Episcopal de un amigo, Mons. Iván Marín,
con quien he compartido bastantes años en el seno del Consejo Pontificio «Cor
Unum» en Roma, que es como el organismo de la caridad y la solidaridad del Papa
en la Iglesia universal y centro de animación de la solidaridad dentro y fuera
de las fronteras de la Iglesia.
Vuestro libro recoge más que hechos, estadísticas y cifras en
el difícil camino de este providencial instrumento que ha ganado espacio propio
en nuestra sociedad, recoge sobre todo vivencias, testimonios personales,
convicciones y frutos dentro de una economía de participación, de comunión y de
solidaridad entre todos los actores sociales que han intervenido en este
proceso.
Esas, vuestras experiencias, testimonian sobre todo la clara
visión de un desarrollo integral inspirado inicialmente en el P. Lebret, y en
la Populorum Progressio de su Santidad Pablo VI.
Es curioso observar el cambio ocurrido en vuestro camino del
INPET cuyas siglas no se han mudado pero, que en un primer tiempo, tenía un
contenido y una motivación propia de los años 77 cuando figuraba como
"Instituto Peruano de Empresas de Propiedad Exclusiva de sus
Trabajadores", y que hoy se denomina y se presenta a la comunidad con una
nueva imagen y un espíritu renovado como "Instituto para la Promoción del
Desarrollo Solidario".
Como se apunta en este libro pequeño pero denso y rico en
proyectos y en experiencias, el INPET se ha convertido en la mano amiga y
visible del empresariado popular -pequeño o microempresario- y se distancia en
su propia filosofía e inspiración de la llamada mano invisible del mercado de
corte neoliberal.
Descubro sobre todo el rostro humano cercano y amigo de hombres
con actitudes, gestos y proyectos concretos de cooperación y solidaridad con
los sectores más débiles en una sociedad de competencia y de mercado libre.
Dejáis una larga lección de las empresas autogestionarias que
han podido nacer y crecer como autogestionarias con todas las dificultades y
tropiezos que han encontrado en el camino.
Quiero citar textualmente del libro hoy presentado, el
siguiente texto de la página 17: "Al otro lado de la ciudad, en las casi
míticas cuadras comerciales del jirón Gamarra en la Victoria, el enjambre de
pequeños negocios de producción y venta, unos al lado de los otros dibujan un
perfecto mapa del orden dentro del desorden. Allí, sin mucho ruido, el INPET ha
hecho un asiento con su mensaje de solidaridad y de que se puede dejar de estar
solos. Los teóricos neoliberales exaltaron el modelo «Gamarra» para convencer
que los pobres serían los primeros beneficiarios del libre mercado. Pero nunca
llegaron a estar cerca de los problemas de falta de capitales, baja tecnología,
escasa especialización, volatilidad de mercados, que sufren los «gamarristas»
de carne y hueso".
He participado en diferentes encuentros a nivel nacional e
internacional en torno a la temática de la economía y de la solidaridad. Quiero
referirme específicamente al encuentro de Brasilia, donde participé el año 1995
sobre Ética, Economía, Política y Pobreza y donde tuve a mi cargo el tema
"Economía del mercado y principios éticos".
De las conclusiones de ese encuentro que fuera inaugurado por
el Presidente Cardoso de Brasil, quiero extraer las siguientes reflexiones:
Desde una perspectiva cristiana y desde la Doctrina Social de
la Iglesia, es imperativo subrayar que dentro del contexto concreto neoliberal,
la libertad no se puede entender sin la solidaridad, a no ser que se postule
una libertad sólo para algunos privilegiados; que el mecanismo del mercado
libre es válido dentro de una sociedad en cuanto un número creciente pueda
participar en él y beneficiarse de él; que especialmente en nuestra sociedad
con grandes diferencias sociales, no se puede prescindir del papel regulador
(subsidiario y solidario) del Estado; y que para ello el Estado ha de ser ágil
y justo, y con agentes honestos de elevado sentido de servicio público.
Para vencer la pobreza y lograr una más equitativa
distribución de la riqueza es necesario involucrar al pobre en el proceso de
producción de bienes. Esto se consigue mediante la enseñanza que capacite a
todos para lograr iguales oportunidades.
Por otra parte, la capacidad de generar puestos de trabajo y
de retribuir salarios justos que permitan una digna calidad de vida para el
trabajador (hombre y mujer) y su familia, constituye una expresión muy
significativa de respeto auténtico por la dignidad de las personas y es signo
concreto desde el cual se puede evaluar lo justo de un sistema socioeconómico.
En efecto, de esta manera, se asegura parcialmente una equitativa distribución
de la riqueza.
Una economía solidaria requiere de mecanismos
correspondientes que hagan efectivo el principio primario del destino universal
de los bienes. Al respecto, es alentador observar experiencias creativas que se
están propiciando en algunos sectores de nuestro país.
Esta es una de las experiencias que estamos recogiendo en
esta tarde, la experiencia y los testimonios de solidaridad vividos desde el
INPET.
En mi propia experiencia personal, he vivido en mi propia
familia y en mi tierra de origen, el País Vasco, la rica y singular lección de
la escuela de las Cooperativas de Mondragón que fuera inspirada por un
sacerdote vasco. Precisamente dentro de esa escuela cooperativa y empresarial
se desarrolló una empresa, que nacida en el seno de nuestra familia hoy es
pionera en el ramo de las carrocerías de autobuses: Carrocerías Irizar, que no
sólo ha entrado en el mercado europeo y del Medio Oriente, sino que ha puesto
su planta industrial en la propia China. Lo curioso del caso es que la empresa
Carrocerías Irizar está ubicada en mi pueblo natal de Ormaiztegui, con una
población que no pasa de los 1,500 habitantes. Esto no es fácil de entenderlo
desde nuestras capitales como la de Lima, donde se piensa que los pueblos
pequeños no pueden desarrollar proyectos grandes y a veces espectaculares.
Agrego a ello una experiencia personal vivida por mí en mis
17 años de Obispo de Yurimaguas en nuestra Selva, donde creé y desarrollé un
Centro de Capacitación Laboral en carpintería y ebanistería, donde capacitamos
más de 200 maestros carpinteros. Fue la primera vinculación de nuestro centro
con el Senati de Lima que nos ayudó en los programas y cursos teóricos.
Pero ello fue posible porque tenía al frente un misionero
Pasionista, el Hno. José Odriozola, gran maestro carpintero animado por un
Obispo misionero con mentalidad social y empresarial.
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