Homilía de monseñor Míguel Irízar,
Celebración Diocesana de la
XXXV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
Enviado a dar la buena Noticia
"Enviado a dar la Buena Noticia", son las palabras
del profeta Isaías que Jesús las hace suyas en Nazaret: "El Espíritu del
Señor está sobre mí, me ha ungido y me ha enviado a dar la Buena Noticia a los
pobres". Son estas palabras las que elegí como lema episcopal.
Y por eso, desde el comienzo de mi ministerio episcopal, he
sentido este deber de anunciar el Evangelio en todos los campos, desde las
terrazas o desde los ríos de la Selva, o desde las catedrales o en la calle, y
por los instrumentos y medios. En Yurimaguas, en una pequeña emisora de radio,
Radio Oriente. Hoy, todos en la Iglesia estamos llamados a ser testigos y
anunciadores de la Buena Noticia del Evangelio.
Hemos escuchado la primera lectura y encontramos a dos
hombres llamados por Dios a ser también comunicadores, profetas de Dios. El
profeta habla en nombre de Dios. No anuncia su mensaje, anuncia la Palabra de
Dios e interpreta la realidad de su pueblo a la luz de esa Palabra. El profeta
Elías y el profeta Eliseo dejan sus tareas ordinarias y, llamados por el Señor,
van a ser los voceros de Dios. Aunque encuentren resistencia para transmitir la
Palabra que el Señor les ha encomendado, lo cumplirán hasta el final.
Hoy hacen falta en la Iglesia de Dios profetas que cuenten
las maravillas del Señor, la obra de Dios. Cada uno de nosotros es profeta
desde el día de su bautismo. Somos un pueblo profético, sacerdotal y real. En
nosotros resonó la Palabra de Dios y fuimos bautizados en la fe de nuestros
padres y de la comunidad de la Iglesia. Debemos continuar anunciando a
Jesucristo con nuestra vida. Y hoy es bueno que retomemos esta vocación de
anunciar y proclamar el Evangelio en todas partes.
Anunciar con la vida
No sólo es suficiente anunciar sino testimoniar con la vida.
Uno puede comunicar buenas noticias y a veces malas también; pero su propia
vida tiene que ser un anuncio y una proclamación. Lo que nos ha dicho San
Pablo: para mí no es una carga, es un deber y una obligación anunciar el
Evangelio de Jesucristo, el Evangelio de la verdad, el Evangelio de la
reconciliación, el Evangelio de la luz. Y hemos pedido al Señor que los que
hemos recibido la luz de la fe y tenemos a Cristo -que es el Camino, la Verdad
y la Vida- sepamos vivirlo primero en nuestro corazón para luego anunciarlo a
los demás.
Juan Pablo II, profeta del nuevo milenio
Juan Pablo II, es ese gran profeta de los últimos 23 años en
la Iglesia. Acaba de retornar de Ucrania, de Rusia, a donde ha ido a anunciar a
Jesucristo y a convocar a los pueblos que estuvieron sometidos a un comunismo
terrible durante tanto tiempo. Los ha llamado para que se abran a Dios y a lo
que fue la historia religiosa de esos pueblos del Oriente. También los ha
convocado a la unidad de la Iglesia que Cristo ha querido: Y se han abierto las
puertas no sólo a Juan Pablo II, sino también a esa propuesta audaz y generosa
del sucesor de Pedro allí en esas tierras muy cercanas a su tierra natal,
Polonia.
En la lengua de ellos, en ucraniano, el Papa ha podido
proclamar la Buena Noticia del Evangelio y también tener el gesto del perdón y
la reconciliación. Ha pedido perdón porque en tiempos pasados los católicos de
occidente no siempre supimos tratar con respeto evangélicamente a los hermanos
del oriente. Pasaron las competencias entre Roma y Constantinopla y es hora de
que todos los que invocamos el nombre de Jesús y queremos ser discípulos del
Señor, nos unamos en una sola Iglesia. Y el daño que mutuamente se ha hecho,
que sepamos perdonarlo, olvidarlo, para recuperar el camino de la
reconciliación y de la unidad.
Juan Pablo II creo que ha sido el mejor comunicador durante
los años de su pontificado en Roma. Sus innumerables viajes por el mundo, su
anuncio de la verdad de Dios y del hombre, de las libertades y los derechos
humanos, de la defensa de la vida y de la familia. La constante invocación a la
solidaridad con los pobres del mundo y, tocando temas como la corrupción o la
deuda externa o la reconciliación, el Papa ha invocado a encaminarnos a una
globalización no sólo económica, sino a una globalización de la solidaridad y
de la cultura.
Hoy, siguiendo el mensaje de Juan Pablo II, en esta jornada
que estamos dedicando a las Comunicaciones Sociales, tenemos que decir que hay
que proclamar el Evangelio, la Buena Noticia, desde todos los tejados o
terrados. Es preciso anunciar el Evangelio en la era de la comunicación social,
de la informática y de la globalización.
El anuncio de la Verdad
"No hay nada oculto", nos ha dicho el Evangelio.
"Nada tan escondido que luego no se descubra", y eso lo sabemos muy
bien los peruanos. ¡Qué en secreto tuvieron los problemas de la corrupción y el
abuso del poder en los últimos tiempos! Ahora todo se va descubriendo. Y
nosotros sabemos lo que ha significado ese sufrimiento al Perú: la pobreza, el
retraso, pero, sobre todo, el descrédito moral. Hemos perdido parte de la
dignidad de nuestras instituciones que no estaban al servicio de los más pobres
y de todo el Perú.
Por eso la justicia abrirá el camino, investigará, juzgará y
castigará. Pero éste es un llamado a la conciencia porque realmente es
necesario que la luz de la verdad prevalezca. La mentira no debe tener lugar ni
en el corazón de cada uno, ni en la familia, ni en las relaciones laborales, ni
en la vida política y social, ni en los medios de comunicación social. Hoy el
mundo está sembrado de antenas, de radares, de satélites de comunicación: los
hombres estamos mejor comunicados. Pero aun así a veces no nos comunicamos
personalmente entre nosotros. Cuántas veces los niños se quejan de que sus
papás no les dan el tiempo. Falta la comunicación de la propia pareja, los
esposos, y de los padres e hijos. Falta la comunicación a veces al interior de
la propia Iglesia y falta la comunicación entre la autoridad y su pueblo, el
alcalde y sus vecinos, o con la autoridad política máxima del país. Falta la
comunicación con todos aquellos que tienen servicio y autoridad, y que sin
embargo se aislan, se separan y no se comunican. Por eso es necesario meditar
sobre estos instrumentos maravillosos que la ciencia y el hombre han ido
creando, pero que sean comunicadores de vida, de verdad, de fraternidad, y de
solidaridad.
"La Iglesia -nos dirá Juan Pablo II en su Mensaje por la
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año- está comprometida
profundamente en este mundo de las comunicaciones". Los acontecimientos de
cada día están en nuestras pantallas, están en nuestras radios, están en
nuestras computadoras, por las redes que tenemos de comunicación. Pero hace
falta que a eso le pongamos alma, a eso le pongamos verdad, la libertad
verdadera. Hace falta promover el respeto a las personas, a los niños, a la
familia, al amor, al país, a la cultura o a las culturas múltiples de nuestro
pueblo del Perú.
A veces los medios de comunicación social, siendo
instrumentos maravillosos al servicio del hombre y de la integración de la
humanidad y de la solidaridad, pueden sin embargo convertirse en instrumentos
contrarios a la verdad. Esto sucede cuando son manipulados, cuando son
instrumentalizados, cuando están sometidos a un poder, como también nos ha
pasado recientemente en el Perú. Sin embargo, todos buscamos y queremos la
verdad.
Un Perú sin corrupción
Los medios nos han acercado y cuando vemos en pantalla las
dolorosas escenas de los hermanos de Moquegua, o de Tacna, o de Camaná y de
otros rincones del Perú, nos conmovemos y sentimos el problema. Los medios nos
acercan los rostros humanos sufrientes y también la solidaridad de muchos
hermanos que vienen trabajando por ellos, la angustia de unos y el esfuerzo de
los otros para servir y llegar a todas partes. Este acontecimiento del
terremoto es un fenómeno natural, no depende de nosotros ni de nuestra
voluntad. Pero han habido otros sismos y terremotos recientemente en el Perú
que sí dependen de los hombres, de nosotros. Porque la corrupción, que se ha
dado a escala realmente sorprendente con el ocultamiento de la verdad, de la
realidad económica y social del país y de la justicia, ha sido realmente un
sismo que recién se descubrió con los famosos vídeos.
Pero ahora no basta escandalizarnos, sorprendernos o
indignarnos. Hay que reaccionar positivamente para que esto no se repita. A mí
me ha tocado participar de la Conferencia Nacional de la Lucha contra la
Corrupción. Allí hemos escuchado a expertos de diferentes partes del mundo que
nos han dicho cómo el vicio de la corrupción atraviesa los países, los del
norte y del sur, y cómo la corrupción socava la vida económica-social,
ética-moral de los pueblos de todas partes del mundo.
Y Juan Pablo II nos pedía a todos: "hace falta una
voluntad decidida de las autoridades y hace falta una participación ciudadana
vigilante para contrarrestar la corrupción". Hay que descubrir la mentira,
el abuso del poder, o la usurpación de los recursos del Estado que son bienes
de todos.
La Conferencia contra la corrupción está dentro de un marco
para crear un camino para prevenir la corrupción en el futuro, para que los
ciudadanos estemos vigilantes y la corrupción no sea un sistema aceptado por
los peruanos diciendo: "somos así". Debemos tener cuidado porque la
pequeña corrupción puede empezar en la casa, o puede empezar en la calle cuando
no hemos respetado el semáforo en rojo y le pagamos una "coima" al
policía que nos ha detenido.
Hoy estamos saliendo de esta realidad, estamos para estrenar
un nuevo gobierno a través de este gobierno transitorio, que ha sido para mí un
instrumento providencial de Dios.
Pero, hermanos, debemos ser vigilantes, sinceros y veraces.
Papás, no digan mentiras en sus casas a sus hijos, no corrompan la conciencia
de los niños. Sean veraces en sus relaciones de esposos y de familia, sean
veraces en sus relaciones laborales y sociales. Debemos ser veraces todos los
que tenemos responsabilidad educadora: la escuela, la familia, la Iglesia.
También los medios de información deben estar al servicio de la verdad, de la
justicia, de la solidaridad, de la defensa de los derechos humanos, de la
defensa del Evangelio de Jesús, que es Buena Noticia y liberación para todos.
Los grandes medios de comunicación social también son
instrumentos de Dios. Los niños, los adolescentes, los jóvenes de hoy manejan
mucho mejor que nosotros, los adultos, las computadoras. Entran más fácilmente
al Internet pero a veces van encontrar lo que no les conviene y lo que puede
destruir su libertad, su sentido del amor, su respeto a la vida, a la
sexualidad, a la familia. ¿Quién controla a esos medios? Hace falta la
vigilancia familiar. Los padres deben ser los primeros educadores para que la
libertad de los niños se vaya desarrollando con responsabilidad. Igualmente, el
llamado a la educación: los educadores, maestros y maestras, tienen que
transmitir valores y crear una conciencia crítica, positiva y respetuosa a
todas estas realidades que nos traen los medios de comunicación.
Un llamado a los propios medios: -a los dueños, a los
productores, a los creativos, a los que publicitan, a los que pagan la
publicidad- si queremos que el Perú se recupere moral y éticamente,
transmitamos valores, transmitamos verdades. Trabajemos para tener conductas
honestas, autoridades ejemplares, jueces honestos, periodistas responsables y
críticos y al mismo tiempo capaces de crear una opinión pública favorable a
todos los valores de la cultura, de la vida cristiana, de la vida social y
familiar en el Perú. Es un reto. Quisiéramos todos ser comunicadores de la
Buena Noticia. ¡Que juntos hagamos que el inmenso poder de la comunicación sea
instrumento al servicio del Bien, de la libertad verdadera, de la solidaridad,
de la reconciliación y la paz!
Un pueblo que sea Buena Noticia para el mundo.
A la Virgen María, en esta parroquia de María Auxiliadora, le
pedimos que realmente nos conceda a todos ser profetas de Dios, comunicadores
de la verdad, del Evangelio de Cristo. Que realmente nos ayude a discernir las
cosas buenas de las cosas malas. Ella, la Virgen María, la primera que llevó la
Buena Noticia de Jesús cuando fue a visitar a Isabel.
Que la Madre del Señor, María Auxiliadora, o la Virgen del
Carmen, patrona del Callao, nos dé a los chalacos la capacidad de ser
anunciadores de la Buena Noticia y ser también responsables en el uso y la
interpretación de todos los medios de comunicación social. Y mi agradecimiento
a todos los medios porque han servido durante este tiempo para transmitir la
tragedia del terremoto y para promover la solidaridad en esta jornada de
oración y de colecta por los damnificados del Sur, y porque el resto del mundo
se ha enterado también de lo que está pasando en el Perú.
Centremos la verdad, y ahora es el Perú profundo, el Perú que
sufre y el mundo que quiere ayudar al Perú, y lo está haciendo. Nosotros los
peruanos decimos, desde nuestra pobreza, que compartimos lo que tenemos, oramos
por los que han sufrido y queremos ser un pueblo que sea Buena Noticia para
nosotros y para el mundo.
Que así sea.
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