Mons. Miguel Irizar Campos, C.P.
Campaña Deuda - Jubileo 2000
10 de Marzo de 1999
LOS POBRES NOS CONVOCAN
Dos titulares en la Campaña sobre la Deuda Externa:
España: Deuda Externa, ¿Deuda Eterna? Año 2000, libertad para
mil millones de personas.
Perú: La Vida antes que la Deuda. La buena noticia del gran
Jubileo del año 2000.
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar".
Podemos repetir con el poeta Machado.
No ha sido fácil este camino, esta campaña de sensibilización
y movilización ciudadana, con el objeto de conseguir reducir o liberar la carga
de la deuda externa a más de mil millones de personas de todo el mundo de cara
al año 2000. Lógicamente esta fecha no es necesariamente final, sino simbólica
y motivadora.
En ese caminar son diferentes los ritmos y los pasos. Están
los avanzados, los remolones y no faltan los rezagados y los mirones o
espectadores, pero la verdad es que ya estamos en marcha.
La meta está trazada. Nos la ha propuesto y remarcado el
Santo Padre Juan Pablo II en la T.M.A. (51) "en el espíritu del Libro de
Levítico (25, 8-28), los cristianos deberán hacerse voz de todos los pobres del
mundo, proponiendo el Jubileo como un tiempo oportuno para pensar entre otras
cosas en una notable reducción, si no en una total condonación de la deuda
internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones".
Y en su última exhortación apostólica post-sinodal "La
Iglesia en América" (218), concreta todavía más este objetivo:
"Reitero mi deseo, hecho propio por los Padres sinodales, de que el
Pontificio Consejo «Justicia y Paz», junto con otros organismos competentes,
como es la sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de
Estado, «busque, en el estudio y el diálogo con representantes del Primer Mundo
y con responsables del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, vías
de solución para el problema de la deuda externa y normas que impidan la
repetición de tales situaciones con ocasión de futuros préstamos».
Juan Pablo II apunta todavía más lejos, más allá del
tratamiento y alivio de la deuda externa que asfixia a muchos pueblos del mundo
y en nuestro caso del Continente Americano: "Al nivel más amplio posible,
sería oportuno que «expertos en economía y cuestiones monetarias, de fama
internacional, procedieran a un análisis crítico del orden económico mundial,
en sus aspectos positivos y negativos, de modo que se corrija el orden actual,
y propongan un sistema y mecanismos capaces de promover el desarrollo integral
y solidario de las personas y los pueblos»". (Iglesia en América, 219)
No olvidemos que la exhortación papal responde al pedido de
los Obispos del Continente Americano, Norte, Centro y Sur reunidos en el Sínodo
de América en Roma en diciembre de 1997.
La intervención de la Iglesia en este complejo problema de la
deuda externa tiene una motivación y una inspiración bíblica y religiosa,
finalmente Cristocéntrica, porque es Jesús, cuyo nacimiento estaremos
celebrando el próximo año 2000 quien nos convoca a este gesto y a este
compromiso solidario, particularmente a los cristianos de todo el mundo.
En la perspectiva del ya próximo gran Jubileo recordamos el
sentido social que los jubileos tenían en el Antiguo Testamento y la Iglesia en
su solicitud pastoral no puede ignorar el problema de la deuda externa que
afecta la vida de tantos millones de personas en el mundo.
La posición de la Iglesia católica desde su máximo exponente
y animador el Papa Juan Pablo II, otorga a esta iniciativa una dimensión
jubilar en el sentido bíblico y puede ser catalogada como una mediación ética,
que se distancia necesariamente de cualquier connotación política, o de una
intervención técnica y financiera en las relaciones siempre complejas y
delicadas entre los países llamados acreedores y deudores.
En un panel, como éste que nos convoca, no podemos entrar en
mayores detalles de esta acción inicialmente promovida por la Iglesia y que
tiene alcances universales yo diría globalizantes y se convierte en una
experiencia auténtica de un ecumenismo práctico entre las iglesias cristianas:
Luterana, Anglicana y Católica, y que va incluso más allá de las fronteras de
las iglesias de denominación cristiana y está alcanzando otras esferas y
espacios de la sociedad civil, local, internacional o mundial.
En diciembre de 1994 en esta misma Universidad, anticipábamos
la problemática de la deuda externa en la 39º Reunión Inter Campus donde me
tocó desarrollar el tema: "Deuda Externa, Pobreza e Inversión
Social".
Abordamos sobre todo, los aspectos éticos que configuran el
tema de la deuda externa y las responsabilidades que comparten tanto deudores
como acreedores.
Estabamos en vísperas de las Elecciones Generales de 1995 y a
ese conversatorio fueron invitados posibles candidatos a la Presidencia de la
República y al Congreso.
Recuerdo que aquella primera intervención, que partía de la
Conferencia Episcopal, fue para muchos sorprendente e incluso extraña para
algunos que ignoraban de la preocupación de la Iglesia sobre esta problemática
de carácter universal.
Han pasado casi cinco años y volvemos hoy sobre el tema que
está suscitando ya inquietudes, adhesiones, reticencias y hasta algunas
confrontaciones.
Pero lo más esperanzador es que un buen número de países
acreedores están empeñados junto a nosotros, los llamados países pobres y
deudores, en una campaña cada día más globalizada y solidaria que consideran
impostergable la reconsideración y la solución justa del tratamiento del
problema de la deuda que pesa sobre una gran parte de la humanidad.
Tengo en mis manos el documento base de la campaña que se
esta realizando en España y que trata de concientizar a los españoles.
DEUDA EXTERNA, ¿DEUDA ETERNA?
Año 2000: Libertad para mil millones de personas
En este fin de milenio, la deuda externa se ha convertido en
un grave obstáculo para el desarrollo humano de los países más pobres del
mundo, que deben utilizar sus escasos recursos para devolver los préstamos, en
lugar de invertir en el bienestar de su población. La desigualdad entre el
Norte y el Sur cada día se hace más escandalosa. La gravedad de la crisis
actual, generada por la deuda externa, unida a la oportunidad que representa la
llegada de un nuevo milenio, ha llevado a ciudadanos de diversos credos,
opiniones e ideologías, a unir sus energías para buscar conjuntamente soluciones
a una situación que impide a mil millones de seres humanos salir del túnel del
hambre y la pobreza. (Documento Base de la Campaña en España)
Hace unos años, nadie, fuera de ciertos ámbitos eclesiales u
organismos no gubernamentales, se atrevía a levantar este tema ni dentro ni
fuera del Perú. Hoy son muchas las voces dentro y fuera de la Iglesia,
incluyendo a algunos gobiernos y organizaciones financieras que afrontan
responsablemente y con espíritu humanitario y solidario la cuestión.
Para nosotros seguidores de Cristo , que "vino a dar la
buena noticia a los pobres", es quien nos convoca a todos los miembros de
la Iglesia en esta tarea y compromiso con motivo del Jubileo de su nacimiento.
Desde ambas riveras -Norte y Sur- la ola crece, como hace
pocos días intitulaba su reflexión un columnista de un diario local.
Nos ha sorprendido gratamente la noticia de que Inglaterra se
ha sumado a esta campaña del 2000 como ahora simplemente se le denomina,
abogando por una fuerte reducción de la deuda externa del Tercer Mundo. Pero en
esta ocasión es el Primer Ministro, Tony Bler, quien propugna y lidera, según
informaciones que nos han llegado, esta iniciativa realmente ejemplar.
Yo soy optimista por los logros alcanzados, aún cuando
todavía hay muchos obstáculos que superar en el camino. Quedan muchas
instancias y grupos de decisión por sensibilizar, hay muchos intereses de por
medio que habrá que conciliar.
Pero ya es hora de poner un alma al desarrollo y al bienestar
al que tienen derecho todos los seres humanos, y de procurar un rostro más
humano al orden económico mundial y esa alma y ese rostro es para nosotros una
solidaridad efectiva y concreta que deberá ir penetrando y configurando el
mundo de la globalización que nos conduzca como nos ha pedido Juan Pablo II a
una globalización de la solidaridad, sin excluidos de la casa común, sin dejar
a nadie al margen de una vida humana digna.
"He aquí un evidente deber de justicia, que comporta
notables implicaciones morales en la organización de la vida económica, social,
cultural y política de las Naciones" (Mensaje Jornada de la Paz, 1998).
El último mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz
del 1º de este año 99, es todavía más contundente cuando al abordar nuevamente
el tema de la deuda, que él denomina internacional, expresa:
"En este contexto, dirijo una llamada apremiante a los
que tienen la responsabilidad a escala mundial de las relaciones económicas,
para que se interesen por la solución del problema acuciante de la deuda
internacional de las naciones más pobres. A este respecto, instituciones
financieras internacionales han tomado una iniciativa concreta digna de
aprecio. Dirijo mi llamada a todos los que están interesados en este problema,
especialmente a las naciones más ricas, para que den el apoyo necesario que
asegure el pleno éxito de esta iniciativa. Es preciso un esfuerzo rápido y
vigoroso que consienta al mayor número posible de países, de cara al año 2000,
salir de una situación ya insostenible.
El diálogo entre las instituciones competentes, si está
animado por una voluntad de entendimiento, conducirá --estoy seguro de ello-- a
una solución satisfactoria y definitiva. De ese modo, será posible un
desarrollo duradero para las naciones más desfavorecidas, y el milenio que
tenemos delante será también para ellas un tiempo de esperanza renovada".
(Jornada Mundial de la Paz 1999 - No. 9).
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